¿Cómo nos condiciona nuestra educación?
A veces no somos conscientes, pero muchos de los pensamientos, decisiones y formas de actuar en nuestra vida adulta tienen sus raíces en la forma en que nos educaron.

La educación que recibes desde la infancia tiene un impacto mucho más grande de lo que puedes imaginar. Influye no solo en cómo te desenvuelves en el mundo, sino también en quién eres como persona, en tus emociones, cómo te relacionas con los demás y hasta en el desarrollo de tu autoestima.
La educación deja huella desde muy temprano
Desde que naces, empiezas a absorber todo lo que ocurre a tu alrededor. Tu padre y madre, tus profesores y profesoras e incluso las experiencias que vives, van dejando marca en tu cerebro, donde cada palabra, cada gesto y cada enseñanza, te va formando.
Por ejemplo, si creciste en un entorno donde predominaban las críticas o los castigos, es probable que eso te haya afectado en cómo te ves a ti mismo. Un niño o una niña que escucha constantemente que no es suficiente, que no hace las cosas bien o que sus emociones no importan, es muy probable que crezca con inseguridades y miedos. Al contrario, una educación más cariñosa, basada en el respeto y la comprensión, ayuda a los peques a desarrollar confianza en sí mismos y en los demás.
La importancia de la educación emocional
Durante mucho tiempo, la educación se ha centrado en enseñarnos conocimientos académicos. Pero en los últimos años, tanto en las familias como en los colegios, se ha empezado a prestar más atención a la importancia de la educación emocional.
Enseñar a los niños y niñas desde pequeños a identificar sus emociones, a expresarlas de manera sana y a empatizar con los demás, les aporta diferentes herramientas que les servirán toda la vida. Es importante que aprendan que está bien sentirse tristes, enfadados o frustrados y que hay maneras saludables de gestionar esas emociones porque cualquier emoción es válida.
¿Tengo que educar a mi peque protegiéndolo del dolor?
Una de las dudas más comunes que tienen muchos padres y madres es cómo lidiar con el dolor o las dificultades que enfrentan sus hijos e hijas. Quieres protegerlos de todo, evitarles cualquier tipo de sufrimiento pero, ¿es eso realmente lo mejor para ellos y ellas? Si los mantenemos en una burbuja, sin que experimenten las frustraciones o los pequeños fracasos que inevitablemente ocurren en la vida, les estamos privando de reforzar su capacidad de respuesta ante las adversidades, su resiliencia.
La resiliencia es esa capacidad de levantarse después de una caída, de sobreponerse a los problemas y salir fortalecido. Y aunque quieras que tu hijo o hija no sufra nunca, en diferentes momentos de su vida, va a enfrentar momentos difíciles. Por eso, es importante que aprendan a gestionar esas emociones desde la infancia y que sepan que el dolor también forma parte de la vida. Lo importante no es protegerlos de todo lo malo, sino acompañarlos cuando lo enfrenten para que sepan que siempre pueden contar contigo mientras aprenden a superar sus retos.
¿Puedo revertir una educación ya establecida?
Es muy normal que, al llegar a la edad adulta, te des cuenta de que hay ciertos aspectos de tu forma de ser que no te gustan o que te limitan. Tal vez te cueste tomar decisiones por miedo a equivocarte o quizá sientes que necesitas la aprobación de los demás para sentirte bien. Estos patrones suelen tener su origen en la educación que recibes.
Aunque lo que vives de pequeño o pequeña haya dejado huella en el cerebro, no tienes por qué repetir esos patrones para siempre. Si eres consciente de cómo te ha afectado tu educación, puedes empezar a cambiar. Terapias como la psicológica o, simplemente, rodearte de personas que te apoyen y te ayuden a crecer, pueden ser de gran ayuda para sanar esas heridas del pasado, mejorar tu autoestima y cambiar la forma en la que te relacionas con los demás.
El papel de la familia en la educación
La familia es tu primer entorno educativo y sus enseñanzas son determinantes. Lo que ves, escuchas y sientes en casa marca profundamente tu forma de ser. No se trata solo de lo que te dicen, sino también de lo que ves. Por ejemplo, cómo se tratan tu padre y tu madre entre sí, cómo gestionan sus emociones o cómo resuelven los conflictos y dificultades tanto a nivel personal, como laboral como en sus relaciones con el resto de familiares y amigos.
Es esencial que, como padre o madre, comprendas que tu manera de educar a tus peques tiene un impacto duradero. Las palabras que utilizas, el tono con el que hablas y cómo reaccionas ante sus emociones son lecciones que ellos llevan consigo para toda la vida. La clave está en encontrar un equilibrio entre ser firme y cariñoso, y corregir cuando sea necesario, siempre desde el amor y el respeto.
La educación no es un proceso que termina cuando dejamos el colegio, es un camino continuo. La educación que recibimos nos condiciona, pero no define completamente quiénes somos. A lo largo de la vida, podemos tomar conciencia de esa influencia y decidir qué aspectos queremos mantener y cuáles queremos cambiar. Tanto como adultos como educando a nuestros hijos e hijas, siempre podemos aprender y mejorar.
Otros artículos que pueden interesarte
Recompensar a los peques por las notas
Publicado en Responsabilidad Social Corporativa